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Las
ilustraciones, de Gustavo Doré,
pasables. |
Inserta
esta novela en las corrientes del «boom»
hispanoamericano (la
fantasía de Clavileño es un
típico recurso de García Márquez),
resulta
excesivamente
prolija y
morosa,
especialmente
cuando
se trata de
hacer
hablar
a los
protagonistas,
un loco
de Ciempozuelos
y un
campesino,
sin interés real. Es evidente
que el
autor los
pasea
por
la Mancha
y otros
lugares
con objeto de describir el paisaje
(queda muy por
bajo de
Pereda),
trayendo a
colación personajes
y acontecimientos
que por
su misma
distorsión
niegan su realidad
y destruyen
en el lector
el afán
objetivo
de conocer. El autor,
que a todas
luces carece
del poder
creador
necesario
para
mantener durante
muchas
páginas
la acción
de sus
protagonistas,
incluye
en el libro
historias
que no
tienen
nada que
ver, como
la de
Marcela
y otras, que
distraen y
desvanecen
la línea
o argumento.
El gusto
por los
arcaísmos es otro
defecto de
una novela
más bien mediocre.
Las
ilustraciones, de Gustavo Doré,
pasables.
Albertina.