Este precioso
libro de poesía que recientemente ha publicado Daniel Cepeda es ya una ilustre materialización de esa idea
de José Ángel Valente de que la poesía es memoria. Pero
no memoria de la experiencia externa,
sino de la vida de ese experimentador infatigable que es el corazón,
al que algunos también llaman mente.
Pertrechado de la
sólida dicción aprendida en la poesía española surrealista y de
la segunda generación de posguerra, Cepeda disecciona la
construcción de una identidad a través de la vivencia reflexiva del
amor, la soledad, la frustración, el desarraigo y, siempre, de la
esperanza. El ritmo de estos versos, arduamente trabajados y
corregidos en busca del nombre exacto de las cosas, acompasa una
lectura que estimula y emociona, de corazón a corazón.
ALBA DEL SUEÑO
Saber que se ama, mortal certeza.
Cómo tristemente, al amparo de los días,
se van reuniendo aquellos vientos de un mar lejano
con estos otros sin sombra, sin dios.
Solo en su denuedo campa el aire refrescando
las núbiles hojas que dieron paso a la caída irrenunciable,
así los arroyos van llenando de voz tétricos llanos
sin aroma; verdes, pero secos al fin.
¿Sabrá este silencio, este fluir de bruma entre los álamos,
que yo te amo mientras camino al filo del alba?
Pero ha de llegar el mar como una callada aurora sin bordes,
entrándose en el corazón igual que en una ensenada de viva espuma]
cuyo centro fueran tus ojos boreales,
tu sendero de luz
hacia mí mismo.
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