De entre las últimas adquisiciones de la biblioteca (ocultas, pues, entre erizos superventas e insólitos vampiros), han resultado una sorpresa estas dos novelas cuyas portadas aparecen a izquierda y derecha: Violeta en el cielo con diamantes, de Fernando Royuela, y Urania, de Jean-Marie Le Clézio.
La novela de Royuela es una sorpresa porque, a pesar de haber recibido en su momento un respaldo unánime por parte de la crítica seria (por ejemplo), no ha tenido apenas lectores. Es probable que, al entrar en el circuito del boca a boca, el impulso inicial de esa crítica quedase bastante amortiguado. ¿Por qué? Dado que la novela no plantea problemas de acceso ni por cuestiones técnicas ni argumentales, solo puede deberse a una inexplicable mojigatería que reacciona ante determinados episodios escabrosos.
En cualquier caso, y para quien esté interesado, la novela, además de destacar por el estilo (es una auténtica fiesta de la metáfora), tiene interés porque sitúa la historia de la traumática maduración personal del protagonista adolescente (amor, sexo, hipocresía de los adultos...) en el contexto de finales de los setenta en España: por un lado, presta atención al momento histórico en que Franco designa como sucesor a don Juan Carlos, y, por otro, testimonia la llegada de las primeras drogas a la sociedad del tardofranquismo.
En cuanto a Urania, del último Premio Nobel de literatura, es una sorpresa porque no confirma la prevención que podía haber por encontrarnos con un escritor vinculado al noveau roman. Pero, no solo, claro.
Sin ser una novela deslumbrante, cuenta, con fluidez y humildad intelectual, una historia curiosa : un geógrafo francés llega al México de nuestros días y allí conoce tanto las enormes miserias sociales de una zona rural, como el espíritu puro e idealista de un grupo de desarraigados que crean una especie de comuna en la que las normas están al margen de todo lo convencional. Hay espacio en la novela para reflexiones de tipo histórico (el sentido de los grupos guerrilleros en unas sociedades tremendamente desiguales), filosóficas (la posible necesidad de volver a una vida más natural en lo esencial), existenciales (la necesidad de establecer relaciones limpias con los otros y con el resto de la realidad), etc. Y superpuesto a todo ello, un tono como de fábula, de cuento casi infantil, que deja a la novela vacunada contra toda grandilocuencia y pedantería. Merece la pena leerse (véase aquí una reseña más por extenso) .
Teñen boa pinta as vosas recomendacións. Terémolas en conta para as próximas adquisicións en biblioarzúa.
ResponderEliminarGrazas