La enésima revisitación al motivo de las atrocidades cometidas contra la población judía (por los orquestados hostigamiento y exterminio de mano de los nazis) ofrece notas de calado dispar. El texto no nos sirve prácticamente nada nuevo, en el desarrollo de unos asuntos que otros muchos (ilustres o aspirantes “a algo”) han maquinado antes; pesado es el lastre no de la necesaria denuncia de sucesos ominosos para vergüenza de muchos, sino de la recurrencia en el reencuentro con lugares comunes. Ni tan siquiera el foco prendido hacia los camiones de exterminio resultan novedad auténtica. La narración procura aportar un aire de agilidad cuando peca a veces de una técnica mecanicista y astutamente diseñada hasta caer en el hartazgo (el mitema cara de ángel-entrañas de demonio, aplicado a los cansinos Götz y Meyer, es revelador). No quiero llevar a engaño, pese a lo dicho, porque el libro es ciertamente bueno por su capacidad de retratar un tema familiar logrando salir airoso. Sólo por ello, su lectura (en muchos ratos inteligente) merece una oportunidad. En suma: el autor disfrutó de una buena beca institucional para que, en su solaz, “fluyesen las palabras”. El resultado es en general provechoso (aunque su consumo nos ceda un sentimiento anquilosado, la frustración ante una posibilidad perdida de decir algo nuevo).
Javier López.
Estoy de acuerdo con toda la parte negativa de tu reseña.
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