Disco de ouro. Os sons da terra. |
Oscura era la noche, fría estaba la Tierra
“Oscura era la noche, fría estaba la Tierra”,
el blues de ‘Blind’ Willie Johnson,
junto con el canto nocturno de los navajos
y los latidos del corazón de Ann Druyan
ya han cruzado el Cinturón de Kuiper.
—La NASA anunció que la Voyager 1
dejaba atrás la heliopausa, abandonando el Sistema Solar—.
Desamparados en la Vía Láctea,
arropados tan solo por gas ionizado,
los esquemas de ADN y las leyes de Newton
duermen su letargo cósmico
en los surcos del disco de oro de la Voyager
con otros ‘grandes éxitos’ del Planeta.
Escucho el gemido de la guitarra
mientras oscurece en esta parte de la Tierra,
y el verano se debilita, como la señal de la Voyager.
La luna mengua,
y el lamento de ‘Blind’ en las calles de Beaumont,
se desplaza hacia la nube de Oort,
—en unos 40.000 años se aproximará a la constelación de la Jirafa—.
Entre rasgueo y rasgueo,
repaso el inventario que vaga en el abismo
y que intenta explicar “a quién corresponda”
la deriva continental, la evolución de los vertebrados
o el endemoniado tráfico de una ciudad en hora punta.
En la carátula,
una descripción del lugar de nuestro planeta en la Galaxia,
un átomo de hidrógeno
y las instrucciones de uso y manejo del disco.
“Dark was the night, cold was the ground”
(Oscura era la noche, fría estaba la Tierra),
Un blues desvalido en la frontera.
Voz profunda adentrándose en el espacio profundo,
mensajera frágil “en el áspero camino hacia las estrellas”.
el blues de ‘Blind’ Willie Johnson,
junto con el canto nocturno de los navajos
y los latidos del corazón de Ann Druyan
ya han cruzado el Cinturón de Kuiper.
—La NASA anunció que la Voyager 1
dejaba atrás la heliopausa, abandonando el Sistema Solar—.
Desamparados en la Vía Láctea,
arropados tan solo por gas ionizado,
los esquemas de ADN y las leyes de Newton
duermen su letargo cósmico
en los surcos del disco de oro de la Voyager
con otros ‘grandes éxitos’ del Planeta.
Escucho el gemido de la guitarra
mientras oscurece en esta parte de la Tierra,
y el verano se debilita, como la señal de la Voyager.
La luna mengua,
y el lamento de ‘Blind’ en las calles de Beaumont,
se desplaza hacia la nube de Oort,
—en unos 40.000 años se aproximará a la constelación de la Jirafa—.
Entre rasgueo y rasgueo,
repaso el inventario que vaga en el abismo
y que intenta explicar “a quién corresponda”
la deriva continental, la evolución de los vertebrados
o el endemoniado tráfico de una ciudad en hora punta.
En la carátula,
una descripción del lugar de nuestro planeta en la Galaxia,
un átomo de hidrógeno
y las instrucciones de uso y manejo del disco.
“Dark was the night, cold was the ground”
(Oscura era la noche, fría estaba la Tierra),
Un blues desvalido en la frontera.
Voz profunda adentrándose en el espacio profundo,
mensajera frágil “en el áspero camino hacia las estrellas”.
Elena Soto, berciana de Ponferrada, traballa como xornalista científica. Ciencia e poesía danse a man nun sedutor mollo de poemas (que ela mesma nos introduce e comenta en Tamtampres). Establo Pegaso é o seu blogue de literatura e ciencia.
No poema Oscura era la noche, fría estaba la tierra a referencia é o disco de ouro que, acompañando as Voyager, foi enviado á inmensidade cósmica con sons e imaxes representativas da terra.
No segundo, a propia autora explica que o punto de partida é o We are made of star stuff de Carl Sagan. "¿Y si la sangre que fluye por nuestras venas y el calcio que forma nuestros huesos hubiera sido parte de la Osa Mayor? ¿Nos guiamos por las constelaciones porque las combinaciones bioquímicas de nuestro cuerpo son producto de la combinación de elementos formados en las estrellas?" -pregúntase a poeta, e a resposta é este
La Gran Osa Blanca hiberna en mis huesos
Porque a veces busco la Osa Mayor entre tus dientes,
porque a veces me guía el cielo de tu boca,
porque a veces en la noche sin luna me estrechas, sin apenas tocarme,
y me envuelves, sin apenas tocarme,
como me estrecha y envuelve el manto del vacío, sin apenas tocarme.
Por ser la gran osa blanca que hiberna a temporadas en mi alma,
durmiente, cauta, menguante e invisible,
porque te refugias prudente sin rasgarme hasta que llega el deshielo
y con tu letargo alimentas mi sueño.
Porque boca a boca me distancias
de la caverna a la que van los muertos que viajaron sin rito.
Porque a veces me marcas con tus garras,
porque a veces me hieres,
porque a veces en la noche me marcas y me hieres, sin apenas tocarme,
convirtiendo mi espalda en la tabla esmeralda de lo ínfimo,
guiando la travesía de los argonautas,
velando las constelaciones de mis huesos.
Hermética, tierna, creciente y guardiana,
vigilas, husmeando la bóveda celeste,
hasta encontrar en el cielo el cielo de mi boca.
Porque a veces merodeas solitaria
y para encontrar tus huellas merodeo solitaria.
Porque me yergo mientras tú te dispersas
para apoyar sobre la planta de los píes el peso de los átomos.
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