El 27 de febrero de 2002, un tren lleno de peregrinos hindúes se detuvo en la estación de Godhra, en el estado indio de Guyarat. Apenas diez minutos después, uno de los vagones estalló en llamas provocando la muerte de 58 de sus pasajeros. Durante ese tiempo, se habían producido en el andén una serie de incidentes entre los viajeros y los musulmanes que estaban en él. A lo largo de los siguientes días, se acusó sin pruebas a la comunidad musulmana de la zona de ser la responsable del incendio, y el extremismo hindú se tomó la justicia por su mano: más de dos mil musulmanes fueron asesinados, la mayoría quemados vivos en sus casas o cerca de ellas.
Martha Nussbaum investigó durante cinco años el origen de las atrocidades que se cometieron durante esos días; en 2007 publicó este extenso estudio sobre la historia y la cultura política y religiosa de la India, con la intención de averiguar la índole exacta de las fricciones entre musulmanes e hindúes.
Las conclusiones de Nussbaum desbordan el ámbito de la India y socavan la idea de un choque de civilizaciones como fuerza motriz de los conflictos del mundo actual; la autora sostiene la necesidad de enfocar los problemas desde una perspectiva interna, y reclama por parte de las democracias una atención consciente a la formación de individuos verdaderamente libres que, sobre todo, respeten la libertad de los demás.
Nussbaum apela a la enorme responsabilidad de las autoridades a la hora de alcanzar este objetivo. El país de Tagore, Gandhi y Nehru (a los que Nussbaum dedica un interesantísimo capítulo), el país democrático con más población y cuya Constitución protege los derechos humanos de forma más exhaustiva que la estadounidense, vio cómo en aquellos días de 2002 las autoridades políticas y judiciales abandonaron su responsabilidad en la protección de las minorías y respaldaron una violencia salvaje que, de una forma soterrada, reflejaba una intolerancia personal hacia los musulmanes.
El ensayo de Nussbaum es un razonado alegato en favor de la tolerancia como principio fundamental para el correcto funcionamiento de las democracias; alerta contra el laicismo irreflexivo ("la religión tiene en principio mucho que ofrecer a la cultura publica de una democracia pluralista"); contra las visiones maniqueas de las religiones (con el ejemplo de los musulmanes de la India, muy alejados del fundamentalismo que algunos quieren hacer inherente a su religión); y contra la amenaza de una concepción romántica del nacionalismo basada en los lazos de sangre, la tierra, la pureza y el Volksgeist.
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